Los peces y los árboles se parecen.
Se parecen en los anillos. Si hiciéramos un corte horizontal a un árbol veríamos sus anillos en el tronco. Un anillo por cada año transcurrido, es así como se sabe la edad del árbol. Los peces también tienen anillos pero en las escamas. Y al igual que sucede con los árboles, gracias a ellos sabemos cuántos años tiene el animal.
Así inicia Kirmen Uribe Bilbao-New York-Bilbao, novela que recibió el Premio Nacional de Narrativa 2009. Escrita en euskera, ha sido editada en castellano por Seix Barral y en catalán por Edicions 62. Se trata de la primera novela del autor, conocido hasta el momento por su labor poética.
Se parecen en los anillos. Si hiciéramos un corte horizontal a un árbol veríamos sus anillos en el tronco. Un anillo por cada año transcurrido, es así como se sabe la edad del árbol. Los peces también tienen anillos pero en las escamas. Y al igual que sucede con los árboles, gracias a ellos sabemos cuántos años tiene el animal.
Así inicia Kirmen Uribe Bilbao-New York-Bilbao, novela que recibió el Premio Nacional de Narrativa 2009. Escrita en euskera, ha sido editada en castellano por Seix Barral y en catalán por Edicions 62. Se trata de la primera novela del autor, conocido hasta el momento por su labor poética.
Un viaje trasatlántico (desde el aeropuerto de Loiu en Vizcaya hasta el JFK de Nueva York) sirve de pretexto a Uribe, para ir urdiendo una trama fragmentaria que nos presenta retazos de dos generaciones de una familia vasca, su propia familia, y un mundo ya desaparecido, el de la pesca de altura tradicional, en una novela que se va construyendo poco a poco a la vista del lector.
Kirmen Uribe opta por la autoficción y busca un nuevo modo de narrar en el que incluye mails, cartas, entrevistas, poemas, referencias a la propia novela que está escribiendo y, en especial, un rosario de anécdotas y de personajes de un mundo que fue y ha dejado de ser. Entre esa multitud de personajes destacan el abuelo del narrador: Liborio Uribe y su barco Dos Amigos, su hijo José, patrón del Toki Argia, el arquitecto Bastida, el pintor Aurelio Arteta o el propio Kirmen, que ejemplifica el presente.
La voz del narrador, en primera persona, consigue con gran habilidad llevar al lector por las diferentes capas que conforman la novela, sin fractura, con toda naturalidad. Su prosa es sobria, ágil, lírica en ocasiones, de pincelada rápida y pequeños detalles. Es, en definitiva, uno de esos libros que desearíamos continuar leyendo al llegar al final.
Rosa María Martínez Riutort
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